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Mostrando entradas de febrero, 2010

El reclamo

Algo que cuesta mucho a los pacientes, y en general a cualquier persona, es el intrincado acto de reclamar de forma fidedigna. Reclamar es hacer, con ahincó, un llamamiento que ya se había hecho, clamar de nuevo, ante una exigencia que se mantiene hacia el otro, contraponerse ante una mandato o una acción injusta. En el reclamo el alma resuena una cantaleta que se quisiera olvidar, ya sea por miedo a aquel grito repetitivo o por que el eco nunca descansa y se mantiene como imagen fija en el paisaje de la cotidianidad. Dicho grito ahonda en lo profundo, en aquello que no se desea conocer, el mal interior, el dolor secreto que cada uno lleva consigo. El reclamo es tan difícil justamente porque desata, en la persona, aquello que perturba su normalidad, su voz interior, que lo mantiene despierto y atento a sí mismo; al tiempo en que este sonido atronador molesta al mundo circundante: a la familia, a la pareja, a los amigos, a los compañeros, a todo aquel que se mueve en un sólo tono. Este