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WOLFGANG GIEGERICH O LA SUPERACIÓN DEL PENSAMIENTO IMAGINAL Y ANALÍTICO

Por: Alejandro Chavarria Rojo Resumen. El trabajo de Wolfgang Giegerich nace del desarrollo dialéctico que ocurre en el opus de la psicología analítica de C. G. Jung y en la reconstrucción de la misma hecha por James Hillman. Como teoría pretende alcanzar aquello no pensado en ninguna de la propuestas anteriores, pero que es inherente a las mismas: una psicología como disciplina de la interioridad del fenómeno psicológico. Es el propósito de esta ponencia compartir el panorama inicial de este proceso no culminado (a la vez que culminado) y mostrar su filiación con la psicología analítica misma. ………………………………. La obra de Wolfgang Giegerich se enmarca en el contexto de la psicología junguiana, como un avance en las nociones esenciales que nutrieron el pensamiento de Jung y que constituyeron el flujo de una noción que se desplego, o intento hacerlo, a lo largo de todo su trabajo. Antes de decir más, es debido presentar al autor, hecho que no añade nada sino un vistazo al plano de
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La mala suerte

Para alzar un peso tan grande ¡Tu coraje haría falta, Sísifo! Aun empeñándose en la obra El Arte es largo y breve el Tiempo. Lejos de célebres túmulos En un camposanto aislado Mi corazón, tambor velado, Va redoblando marchas fúnebres. -Mucha gema duerme oculta En las tinieblas y el olvido, Ajena a picos ya sondas. -Mucha flor con pesar exhala Como un secreto su grato aroma En las profundas soledades. Charles Baudelaire

El talón de Aquiles

" La diminuta zona vulnerable de la piel, la pequeña raja en la armadura del héroe, son el lugar por donde puede penetrar la muerte. La muerte no es, recordemos algo opuesto a la vida, sino el corolario del nacimiento. La muerte es otra clase de vida, la vida del alma." P. Harpur, El fuego secreto de los filósofos. Doña Luz (XXI)   La casa me protege del frío nocturno, del sol del mediodía, de los árboles derribados, del viento de los huracanes, de las asechanzas del rayo, de los ríos desbordados, de los hombres y de las fieras. Pero la casa no me protege de la muerte. ¿Por qué rendija se cuela el aire de la muerte? ¿Qué hongo de las paredes, qué sustancia ascendente del corazón de la tierra es la muerte? ¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el día de mi nacimiento? Jaime Sabines

Botella al mar, el ave de Hermes

Hablar, emprender el arduo destino del dialogo, es un espacio abierto que siempre tiene por impulso la necesidad de ser conocido por el otro que permite mi expresión, ¿pero quién es el otro? No es un otro físico, no es nadie, es más bien aquello que no es o que solo es en la medida en que se presenta  a su vez ante otro. Es decir, el otro soy yo mismo en el proceso de dialogar, y no soy nada sino ese proceso que si desapareciera arrasaría conmigo mismo. Hace años que abandone el dialogo seguro y sentencioso de las cosas ya sabidas, pero ahora el impulso de dialogar aparece de nuevo ¿Qué derroteros deparara? El verbo alemán erinnern nos remite a lo que en español podríamos llamar superación dialéctica, pues implica recordar, interiorizar y por lo tanto abandonar. Así este nuevo espacio, es fruto de otro que ha sido abandonado, pero cuyo espíritu prevalece en sus nuevas páginas, aunque ya no sea el mismo de antes. Lancemos entonces esta botella al mar y veamos que c

El deseo de ayudar y curar en psicoterapia

Todos aquellos activos en una profesión social, quienes trabajan “para ayudar a la humanidad”, tienen motivos psicológicos altamente ambiguos para sus acciones. En su propia conciencia y para el mundo en general, el trabajador social se siente obligado a considerar el deseo de ayudar como su motivación primaria. Pero en el fondo de su alma lo opuesto es constelado simultáneamente – no el deseo de ayudar, sino la lujuria del poder y el goce en debilitar al “cliente”.                                                                      Adolf Guggenbül-Craig, Power in the Helping Professions El deseo de ayudar o de curar no debe ser el objetivo primordial del terapeuta, aunque el cliente lo exija y la cultura lo prescriba, pues esta necesidad está fundada en motivaciones personales, y estas constituyen un lastre para el proceso anímico que posee, a la vez, al paciente y al terapeuta. Las necesidades personales están creadas a partir de la negación burda de lo an

La crisis como oportunidad o la falacia del cambio

Toda caída es una oportunidad, toda crisis es un umbral hacia el cambio, incluso el carácter chino para “crisis” implica la combinación de los caracteres “peligro” y “oportunidad” (wei-ji) (lo popularizo JFK en un viejo discurso en Indianápolis)… Esto es un dogma de la autoayuda de nuestros días, de la cultura psicoterapéutica, y es pronunciado al por mayor por nuestros modernos gurús, para mostrarnos que no debemos temer al cambio, pues un elemento favorecedor siempre está a la espera de nuestro arribo. La crisis es un parte aguas para la trascendencia. Pero ¿qué implica esto? El que la crisis tenga un programa establecido (catástrofe-renacimiento-catás trofe-renacimiento…ad infinitum) conlleva una visión puramente lineal del cambio. El movimiento ocurre de manera horizontal, primero estoy en un lugar y después en otro, y sin embargo sigo siendo el mismo; se destruye el paisaje, pero mi ego-cosmovisión continúa imperturbable (la lógica del turista). ¿Qué pasa

Este orgulloso capitán de la historia

La idea del mal, como una potencia natural que nos daña y se opone al equilibrio moral, invoca la ingenua seducción del hombre cotidiano que soy. Pero un matiz más abrumador de ésta misma idea, algo que en verdad ha fascinado mi existencia, es la del mal visto como la sobrenatural indiferencia del cosmos hacia el ser humano. Llevo años embelesado con esa idea. Bataille, Lovecraft, Jung, Machen, Hillman, Giegerich, Camus, Cioran, Borges, Pessoa y tantos otros. Todos ellos urden la trama de la ciega ruta de un “dios” que nos aplasta no porque nos odie o nos castigue, sino porque nos ha olvidado, justamente en el momento en que hemos sido creados. Como Teseo olvida Ariadna en Naxos, y se lanza a una nueva conquista, no por voluntad, sino porque el destino es un don ineludible. Este poema de León Felipe, cuyo titulo es el titulo de esta nota, me remonta a esa idea que aun no he podido concretar en las palabras justas. Porque tal vez seamos la obra de un Dios monstruoso e inmisericorde, señ