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La crisis como oportunidad o la falacia del cambio






Toda caída es una oportunidad, toda crisis es un umbral hacia el cambio, incluso el carácter chino para “crisis” implica la combinación de los caracteres “peligro” y “oportunidad” (wei-ji) (lo popularizo JFK en un viejo discurso en Indianápolis)…

Esto es un dogma de la autoayuda de nuestros días, de la cultura psicoterapéutica, y es pronunciado al por mayor por nuestros modernos gurús, para mostrarnos que no debemos temer al cambio, pues un elemento favorecedor siempre está a la espera de nuestro arribo. La crisis es un parte aguas para la trascendencia.

Pero ¿qué implica esto? El que la crisis tenga un programa establecido (catástrofe-renacimiento-catástrofe-renacimiento…ad infinitum) conlleva una visión puramente lineal del cambio. El movimiento ocurre de manera horizontal, primero estoy en un lugar y después en otro, y sin embargo sigo siendo el mismo; se destruye el paisaje, pero mi ego-cosmovisión continúa imperturbable (la lógica del turista).

¿Qué pasaría si aceptáramos que las crisis son factores altamente destructivos y que no tiene un buen fin?, ¿y que paradójicamente en esta falta de oportunidades radica su naturaleza transformadora? Por supuesto, para el ego, cualquier cambio implica la muerte, lo que nos indica que la muerte es una fantasía más de la idea implícita en la vida que se continúa en base a la destrucción y asimilación de los pasos que ha dado. La vida conserva su pasado, más no literalmente, sino integrado en sí misma, así como nosotros conservamos nuestras experiencias en forma de memorias e identidad, que no son el mundo literal vivido, sino el mundo experimentado, es decir transformado por la psique.

Así que postular la crisis como oportunidad implica el verdadero temor al cambio, es una receta implícita para detener el movimiento psíquico (que es por cierto imperturbable), para fingirlo, un elemento de consolación para el ego que teme la destrucción de sí mismo.

Por ello Dante leía ante la puerta del infierno “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. La crisis debería ser afrontada sin esperanzas, sin programas de renacimiento, dejando que su labor destructora haga mella en ese proceso del que somos una expresión y nada más. ¿No es una actitud más respetuosa hacia el alma misma?

Por cierto, el carácter chino que representa a la crisis no está formado con el carácter “oportunidad” sino que se traduce contextualmente como “momento de peligro”.

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